El café número 5

Ahí estaba yo… caminando un poco apurada para encontrarme con mi vieja para tomar un café. El café número 5 del día. Sonreía, no sabía bien porque, pero sonreía y me sentía bien.

Estrenando botas, tapado, mil collares y los mochos al viento pasaba entre los artesanos tratando de no pisar a nadie. Con pucho en mano y teléfono en la otra y haciendo el intento de sacar el encendedor de la cartera apareció el. Nos miramos sin decir nada. Nos miramos y nada más. Esta mas grande, lo vi mas grande, lo sentí mas grande, diferente y sé que el sintió exactamente lo mismo cuando me vio a mí. Pasó tiempo, mucho tiempo sin cruzarnos y ahí estábamos los dos.

Después de casi dos años sin vernos desde esa tarde en la plaza donde me dijo que no quería saber nada más conmigo nos volvimos a encontrar. Lo mire y sonreí, y juro por dios que tenía muchas ganas de abrazarlo, como ese viejo amigo que por cosas de la vida uno nunca más vuelve a ver. Solo sonreí. Creo que fueron 3 min los que estuvimos mirándonos sin decir nada. Y no había nada que decir.

Dijo hola y nos reímos. Dije hola y nos reímos. Y en ese preciso momento es cuando me di cuenta de que todo se había terminado. El capítulo se cerró. Ese capítulo de mi vida se cerró para siempre.

Seguí caminando y ahí estaba mamá esperándome, en el mismo bar de siempre, en la misma mesa de siempre. Hay cosas que nunca cambian pensé, mientras que otras siguen su curso.

Y??? contame???? Contame todo lo de hoy!

Y mientras me prendía otro cigarro, y le pedía al mozo el café número 5 del día, le conté a mamá la hermosa tarde que pase tomando café con él, ese loco lindo que apareció un día, ese loco lindo con el que pase el último mes tirada en el sillón peleando por qué película vamos a ver mientras devoramos un kilo de helado. Ese loco lindo que hace que las manos me transpiren más de lo normal. Ese loco lindo con el que estoy aprendiendo a dejar los miedos atrás… Ese que me cocina y está haciendo que me anime a jugarme la boca.